Pranayama en sánscrito significa "control del prana o energía vital". Esta energía vital tiene su máxima expresión en la respiración, en el aliento vital.
El pranayama es el cuarto escalón en el Asthanga Yoga de Patanjali, y sus técnicas respiratorias son bien conocidas por los adeptos del Yoga, y aunque pranayama puede ser cualquier técnica de control de la energía, nos enfocaremos en las técnicas respiratorias.
"Aprende a respirar", es una de las máximas que siempre les digo a mis alumnos en las clases de Yoga. "Pero si yo ya sé respirar, vaya frase de perogrullo que te has sacado", contestan. Sí, supuestamente todos nacemos sabiendo respirar, o por lo menos después de que el medico nos da nuestra primera hostia en el culo, después, como casi todo, se nos va olvidando o vamos adquiriendo malos hábitos. Tampoco nadie nos ha enseñado a pensar, porque supuestamente eso es ciencia infusa y todos ya sabemos hacerlo... Ya, ya, no hay más que ver como va el mundo para comprobar lo bien que pensamos todos.
Aprender a respirar correctamente, he aquí uno de los objetivos de las prácticas de Yoga; y eso no implica hacer respiraciones sofisticadas reteniendo el aire minutos o alcanzar poderes mágicos mediante la pŕactica repetida de ciertas técnicas destinadas a despertar la kundalini (ya hablaremos de ella en otro post, aunque la verdad es que sé bien poco sobre la kundalini shakti; Dios me libre de hablar de aquello que no conozco). No, aprender a respirar correctamente, simplemente a llenar los pulmones de aire y a soltarlos de aire: inspirar y espirar aprovechando al máximo nuestra capacidad, movilizando la musculatura designada para tal efecto; liberando el diafragma y con su consecuente movilización, liberando numerosos estados psíquicos arraigados en el subconsciente. Simplemente coger aire y soltarlo; dar y recibir; vaciarnos bien para llenarnos después; aprender de la abundancia de la vida en su mayor expresión vitalizadora como es el oxígeno. Oxígeno que no se acaba por mucho que inspiremos; que no nos empobrece por mucho que exhalemos; oxígeno como combustible vital del ser humano. Coge con abundancia, suelta con generosidad. Oxigena tus células, moviliza tu diafragma, activa tu sistema parasimpático... respira correctamente.
Hay gente que parece que esté estreñida a nivel respiratorio, le cuesta sobremanera soltar el aire, y por consiguiente coger aire nuevo y fresco. Hay gente que lleva la palabra "agarrotamiento", "racanería", tatuadas en la frente, y se refleja en su forma de respirar y en su vida. El Universo es abundante, respira sin miedo, llénate, ábrete a lo que la vida te ofrece; y después suéltalo, no lo guardes pues nuevo aire vendrá, nuevas experiencias, nuevas oportunidades. Aquí estamos de prestado, hombre, cuando seamos conscientes de que tenemos un tiempo baldío por delante, no derrocharemos ni un segundo, ni una sola exhalación en medias tintas o en racanerías. Da, con mayúsculas, llénate; y una vez lleno, da, suelta, libera, comparte. Esta es la mayor técnica de respiración, la mayor técnica de pranayama: controlar la dualidad, la inspiración y la espiración; la noche y el día; la luz y la oscuridad; lo lleno y lo vacío, para comprender, al cabo, que somos algo que transciende esa dualidad, algo que la integra: la Unidad.
Una vez propuse integrar una asignatura en las escuelas en la que se contemplase enseñar a los chavales a respirar y a pensar adecuadamente. Mejor no os digo dónde me mandaron. "No hay sitio en la apretada agenda de la educación para tales cuestiones, los chavales tienen que aprender cosas de provecho". Sí claro, la lista de los Reyes Godos, la deriva continental, raíces cúbicas y derivaciones (para no salirnos por la tangente en una curva cuando vamos a mucha velocidad con el coche), lenguas extranjeras (cuando todos hablan como auténticos "chonis" y "chonas" en su idioma materno), y qué más... a ver que piense un rato... La cuestión es que uno sale del cole y la vida le empieza a dar hostias por todos lados (sí no antes), como si aquella reminiscencia de cachete que nos dio el buen doctor al nacer marcara una tónica general en el ser humano. Es entonces, cuando uno, hastiado y hostiado, llega a clase de Yoga como si de un taller de reparaciones se tratase. "¿Qué te pasa?", "Estoy jodido, muy jodido...". "Bien, comencemos por aprender a respirar".
¿Por qué no me enseñaron en la escuela a respirar, a pensar, a afrontar las vicisitudes de la vida? ¿Por que no me enseñaron cual es el intrincado juego de las emociones para no dar tanto tumbo por el sendero de la vida? ¡Dios! ¡Cómo me hubiera gustado que me enseñasen a afrontar las pérdidas, a superar los duelos, a desapegarme de lo que todavía quiero! Cuánto hubiera dado por afrontar con madurez las pequeñas muertes de cada día, los sueños truncados y las heridas incurables del corazón. Cómo hubiera deseado que alguien me enseñase a despertarme cada día con energía, arrastrando las cenizas de mis pretéritos yoes, y construir sobre ruinas bellos monumentos. Cuánto daría por poseer la técnica que me permitiese aprender a la primera todas las lecciones, y no a la duodécima o a la decimotercera... ¿Cómo se domina el cuerpo? ¿Cómo las harto sinuosas y escurridizas emociones? ¿Cómo la pérfida mente? ¿Cómo domar las relaciones personales cual si de caballos salvajes se tratasen? ¿Cómo, me pregunto aprovechar al máximo este tiempo de vida que se nos ha dado, este don maravillosos que es estar vivos? Respirando, respirando... Llenando, soltando; asimiliando lo inspirado, liberando lo pretérito...
Si alguien esperaba aprender técnicas sofisticadas de pranayama, se ha equivocado de blog.
Continuará...
El pranayama es el cuarto escalón en el Asthanga Yoga de Patanjali, y sus técnicas respiratorias son bien conocidas por los adeptos del Yoga, y aunque pranayama puede ser cualquier técnica de control de la energía, nos enfocaremos en las técnicas respiratorias.
"Aprende a respirar", es una de las máximas que siempre les digo a mis alumnos en las clases de Yoga. "Pero si yo ya sé respirar, vaya frase de perogrullo que te has sacado", contestan. Sí, supuestamente todos nacemos sabiendo respirar, o por lo menos después de que el medico nos da nuestra primera hostia en el culo, después, como casi todo, se nos va olvidando o vamos adquiriendo malos hábitos. Tampoco nadie nos ha enseñado a pensar, porque supuestamente eso es ciencia infusa y todos ya sabemos hacerlo... Ya, ya, no hay más que ver como va el mundo para comprobar lo bien que pensamos todos.
Aprender a respirar correctamente, he aquí uno de los objetivos de las prácticas de Yoga; y eso no implica hacer respiraciones sofisticadas reteniendo el aire minutos o alcanzar poderes mágicos mediante la pŕactica repetida de ciertas técnicas destinadas a despertar la kundalini (ya hablaremos de ella en otro post, aunque la verdad es que sé bien poco sobre la kundalini shakti; Dios me libre de hablar de aquello que no conozco). No, aprender a respirar correctamente, simplemente a llenar los pulmones de aire y a soltarlos de aire: inspirar y espirar aprovechando al máximo nuestra capacidad, movilizando la musculatura designada para tal efecto; liberando el diafragma y con su consecuente movilización, liberando numerosos estados psíquicos arraigados en el subconsciente. Simplemente coger aire y soltarlo; dar y recibir; vaciarnos bien para llenarnos después; aprender de la abundancia de la vida en su mayor expresión vitalizadora como es el oxígeno. Oxígeno que no se acaba por mucho que inspiremos; que no nos empobrece por mucho que exhalemos; oxígeno como combustible vital del ser humano. Coge con abundancia, suelta con generosidad. Oxigena tus células, moviliza tu diafragma, activa tu sistema parasimpático... respira correctamente.
Hay gente que parece que esté estreñida a nivel respiratorio, le cuesta sobremanera soltar el aire, y por consiguiente coger aire nuevo y fresco. Hay gente que lleva la palabra "agarrotamiento", "racanería", tatuadas en la frente, y se refleja en su forma de respirar y en su vida. El Universo es abundante, respira sin miedo, llénate, ábrete a lo que la vida te ofrece; y después suéltalo, no lo guardes pues nuevo aire vendrá, nuevas experiencias, nuevas oportunidades. Aquí estamos de prestado, hombre, cuando seamos conscientes de que tenemos un tiempo baldío por delante, no derrocharemos ni un segundo, ni una sola exhalación en medias tintas o en racanerías. Da, con mayúsculas, llénate; y una vez lleno, da, suelta, libera, comparte. Esta es la mayor técnica de respiración, la mayor técnica de pranayama: controlar la dualidad, la inspiración y la espiración; la noche y el día; la luz y la oscuridad; lo lleno y lo vacío, para comprender, al cabo, que somos algo que transciende esa dualidad, algo que la integra: la Unidad.
Una vez propuse integrar una asignatura en las escuelas en la que se contemplase enseñar a los chavales a respirar y a pensar adecuadamente. Mejor no os digo dónde me mandaron. "No hay sitio en la apretada agenda de la educación para tales cuestiones, los chavales tienen que aprender cosas de provecho". Sí claro, la lista de los Reyes Godos, la deriva continental, raíces cúbicas y derivaciones (para no salirnos por la tangente en una curva cuando vamos a mucha velocidad con el coche), lenguas extranjeras (cuando todos hablan como auténticos "chonis" y "chonas" en su idioma materno), y qué más... a ver que piense un rato... La cuestión es que uno sale del cole y la vida le empieza a dar hostias por todos lados (sí no antes), como si aquella reminiscencia de cachete que nos dio el buen doctor al nacer marcara una tónica general en el ser humano. Es entonces, cuando uno, hastiado y hostiado, llega a clase de Yoga como si de un taller de reparaciones se tratase. "¿Qué te pasa?", "Estoy jodido, muy jodido...". "Bien, comencemos por aprender a respirar".
¿Por qué no me enseñaron en la escuela a respirar, a pensar, a afrontar las vicisitudes de la vida? ¿Por que no me enseñaron cual es el intrincado juego de las emociones para no dar tanto tumbo por el sendero de la vida? ¡Dios! ¡Cómo me hubiera gustado que me enseñasen a afrontar las pérdidas, a superar los duelos, a desapegarme de lo que todavía quiero! Cuánto hubiera dado por afrontar con madurez las pequeñas muertes de cada día, los sueños truncados y las heridas incurables del corazón. Cómo hubiera deseado que alguien me enseñase a despertarme cada día con energía, arrastrando las cenizas de mis pretéritos yoes, y construir sobre ruinas bellos monumentos. Cuánto daría por poseer la técnica que me permitiese aprender a la primera todas las lecciones, y no a la duodécima o a la decimotercera... ¿Cómo se domina el cuerpo? ¿Cómo las harto sinuosas y escurridizas emociones? ¿Cómo la pérfida mente? ¿Cómo domar las relaciones personales cual si de caballos salvajes se tratasen? ¿Cómo, me pregunto aprovechar al máximo este tiempo de vida que se nos ha dado, este don maravillosos que es estar vivos? Respirando, respirando... Llenando, soltando; asimiliando lo inspirado, liberando lo pretérito...
Si alguien esperaba aprender técnicas sofisticadas de pranayama, se ha equivocado de blog.
Continuará...
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