En el juego iniciático de "la Oca", la muerte no es el final.
Para entender la vida —ese preciado don—, ha de entenderse, necesariamente, la muerte. Sin ese conocimiento, todo es en extremo fútil, vano e ilusorio, ya que hagamos lo que hagamos con nuestra vida, la muerte siempre nos aguardará al final del viaje.
¿Qué es la muerte? ¿Por qué nadie nos ha hablado en profundidad sobre ella? ¿Por qué en el colegio, instituto y universidad, tras veinte años de estudios sobre casi todo, apenas nos hablaron sobre ella? En las enseñanzas obligatorias y elementales que por ley todo niño ha de cursar, no se enseña cómo morir, y lo que es más triste, ni siquiera se enseña cómo vivir —que en cierta medida tiene relación con saber morir—. En mis más de veinte años de peregrinaje por los «templos oficiales del saber», nadie me ha enseñado nada útil sobre la muerte. Me han llenado la cabeza de conocimientos «irrelevantes», de los que apenas me acuerdo, y sin embargo algo tan «relevante» como aprender a vivir y a morir nunca me ha sido enseñado. Es algo que aparentemente se da por hecho, por descontado y por sabido; así nos va después. La sociedad trata la muerte como un tema tabú. Todos sabemos que está ahí pero ninguno la mencionamos, no sea que el no indagar sobre ella parezca que hace que ella tampoco indague sobre nosotros y no nos abrace mortalmente; cosa falsa por supuesto, ya que todos, absolutamente todos, morimos tarde o temprano.
Que todos morimos es en cierta medida un consuelo. Lo que sí sería realmente preocupante es que sólo muriesen unos pocos y que otros viviesen eternamente; eso sí que sería aterrador. Visto así, la muerte es un tema universal que nos atañe a todos sin distinción, y que si morimos todos, tan malo no puede ser.
Desde que tengo uso de razón, la muerte me ha intrigado y atormentado sobremanera, no en vano era hipocondríaco y sufría de ansiedad crónica. Recuerdo que de pequeño —con cuatro o cinco años— le pregunté a mi padre a ver dónde íbamos cuando moríamos. No recuerdo la respuesta, pero seguro no me fue satisfactoria, ya que desde entonces he padecido crisis de ansiedad y de angustia que bien podrían figurar en el libro Guiness. Crisis que «casualmente» desaparecieron el día que dejé de temer la muerte, el día que comprendí que no había motivos para temerla.
Me eduqué en un entorno laico. No fui bautizado ni hice la comunión. Mis padres no creían en nada y decidieron, cosas que les agradezco profundamente, no inculcarme ningún dogma y dejarme libre de elegir el mío propio cuando fuese mayor, si así lo decidía por mí mismo. Durante mi infancia, las palabras «alma», «espíritu» y «Dios», fueron ajenas a mi vocabulario cotidiano. «¿Dónde vamos cuando morimos?», creo que era obvio para mí en aquel entonces: a nuestro cuerpo se lo comen los gusanos y nuestra consciencia se torna en inconsciencia. Eso era todo. Eso me aterraba: la inconsciencia, dejar de ser consciente, dejar de ser. «¿Pero por cuánto tiempo?», me preguntaba. Eternamente; los que mueren no vuelven nunca jamás. ¿Eternamente? Eternamente. Esa era otra palabra que también me aterraba. No concebía en mi mente la inconsciencia, y mucho menos la inconsciencia eterna, pues eso implicaba no haber existido nunca, si no puedes recordar lo vivido algún día, después de la eternidad. Imaginaba una sucesión de días interminables. Imaginaba a nuestros ancestros, los hombres primitivos, que llevaban muertos miles de años, en ese estado de inconsciencia eterna pero sin disolver su idea de identidad. Imaginaba que yacían bajo tierra inconscientes, con sus cuerpos totalmente deshechos; un día, y otro, y otro... Pero miles de años era una insignificancia comparado con la eternidad. No podía concebir una sucesión infinita de días, mi mente no daba tanto de sí para tal empresa. Sólo podía concebir que algún día esa eternidad se acabase, pero ello implicaba ser consciente de que había terminado, por lo que llegábamos a una contradicción y se rompía la premisa de una eternidad inconsciente.
Por tales motivos, una eternidad inconsciente e irreversible me parecía algo en extremo absurdo. Vivir unos pocos años para luego sumirnos en una inconsciencia perpetua me parecía la mayor de las crueldades; la vida no podía ser tan imperfecta como para diseñar una muerte de ese cariz. Algo fallaba en el razonamiento sobre la muerte, algo se nos escapaba a los seres humanos en nuestro conocimiento sobre ella. ¿Cómo era posible que esa cuestión tan vital no fuese lo primero que nos enseñaran en la escuela desde pequeños? ¿Cómo podía vivir la gente con esa idea tan fatalista sobre la muerte? ¿Para qué empeñarnos en hacer nada con nuestras vidas, si tarde o temprano la muerte iba a sumirnos en un estado de eterna inconsciencia, donde nada de lo realizado previamente tendría valor alguno? Algo se nos escapaba.
Bueno, en aquel entonces ya había descubierto algo: no tenía miedo a la muerte, sino al estado de inconsciencia perpetua, de inconsciencia eterna. La muerte no es más que una palabra que hemos escogido para designar un estado, pero, ¿es ese estado que designamos con la palabra muerte, lo que realmente sucede cuando morimos? ¿Qué sucede realmente cuando nos morimos? ¿Es posible saberlo, o es un conocimiento velado, oculto, unicamente accesible cuando llegue nuestra hora? ¿Cómo enfocar nuestra vida entonces ante tan sórdida incógnita?
CONTINUARÁ...
Hola Gopal, esto es un tema que me interesa mucho, a ver cuando publicaras la segunda parte..
ResponderEliminarYo la verdad siguo teniendole miedo a la muerte, siempre me pongo como objetivo leer y documentarme sobre el tema, pero algo me para, creo el miedo, intento pensar en la muerte lo menos posible, es como un tabu y tienes razon que seria indispensable una enseñanza ya desde pequeños, creo que ayudaria mucho a todos para vivir mejor, para estar mas preparados.
Termino diciendote que es exactamente el tema de el estado de inconciencia eterna que me asusta, el pensar de no existir y desaparecer para siempre, esperare tus proximos articulos y a ver si me aclaro un poco mas, grazias.
Sí, es un tema que interesa a todos, aunque la mayoría preferimos no hablar de él porque nos da miedo. La cuestión es que se "sabe" muy poco sobre la muerte, y todo el mundo da por hecho ciertas cosas.
ResponderEliminarEste es un tema extenso y creo que lo publicaré en varias partes.
Gracias por leer y por comentar.