El ser humano medio del siglo XXI tiene un problema: si no hace nada se vuelve sedentario. ¡Y es tan fácil volverse sedentario! ¡Y tan cómodo! Basta con no hacer nada.
¿Por qué sucede esto? Simplemente porque somos una especie relativamente joven cuya tecnología ha avanzado mucho más rápido que su cuerpo físico. Y es que hace cuatro días vivíamos en las cavernas... Si no corríamos no cazábamos y no comíamos; si no estábamos ágiles para subirnos a los árboles, nos comía algún depredador; si no poseíamos fortaleza física no durábamos muchos inviernos. Es decir, que si no estábamos en forma física no sobrevivíamos.
Hoy en día, ¿qué necesidad hay de correr, cazar, trepar o luchar? Para comer sólo hay que ir al supermercado de la esquina, bajar las escaleras (en ascensor), caminar un poco (algunos van en coche) y regresar con la compra a casa (de nuevo en ascensor). ¿Para protegernos de las fieras (de dos patas, porque las de cuatro están en extinción)? Nada mejor que una alarma de Prosegur, Securitas Direct o una cerradura de las gordas. ¿Qué hay que hacer para ser el macho alfa de la tribu y asegurar la descendencia? Nada hombre, solo sacar a relucir la cartera y que se vea que está bien rechoncha. En fin, ¿qué genera todo esto?: el sedentarismo. ¿Qué es el sedentarismo? Sobrepeso, colesterol, triglicéridos, estar más rígido que el portero de un futbolín y tener menos fuerza física que la justicia española.
¿Cómo se soluciona esto? ¿Cómo se combate el sedentarismo? Hay cuatro opciones o vías:
1.- Quedarme como estoy, pero cada vez peor claro, con el acuse de recibo de los años. Esta es la opción más fácil de seguir, es como los surcos que dejan los torrentes o los ríos... Cuando llueve el agua siempre va por el mismo camino porque es el que menos resistencia ofrece.
2.- Preocuparme por la estética sin sacar el cubo de la basura. Es decir, cirugía plástica, alguna dieta milagrosa o ejercicios para bajar la barriga. También hay quien se machaca horas y horas en el gimnasio todas las semanas haciendo pesas y corriendo como un pollo por Etiopía para quedarse sin un gramo de grasa y que se le vea la «tableta de chocolate»; no por salud claro, sino por estética. ¿Y para qué sirve la estética? Para ligar más; para nada más, que quede bien claro. Es decir, invertimos años de nuestra vida para tener un cuerpo Danone con el objetivo de que cuando llegue el veranito tengamos la oportunidad de quitarnos la camiseta y ¡oh!, las féminas caigan a nuestros pies (o si se es mujer, que a los hombres nos salga tortículis). El problema es que si esa fachada no tiene contenido..., mal asunto. Si ponemos merengue sobre la mierda, la mierda sigue siendo lo que es: mierda.
3.- Hacer deporte, que todo el mundo dice que es muy bueno, además queda muy pro y te da puntos de cara a la sociedad. ¡Qué deportista que eres, eh! Te vas al Decathlon, te surtes bien de ropas sintéticas transpirables, unas zapatillas para correr (¡pero no muy caras eh!, que nuestras rodillas y caderas no se merecen tanto, sólo es por dar el pego) y ala, a tirar millas; a sudar como un cabrón y en medio del pueblo, o del polideportivo, parar resoplando y detener el reloj (importante que la gente te vea haciendo este gesto). «¡Qué deportista es Fulano! ¡Cómo se cuida!», dirá la gente. Cosa que bueno, vista desde una perspectiva social no es tan mala. El problema vendrá cuando Fulano tenga cincuenta años, las articulaciones destrozadas y el corazón ondeando una bandera blanca con la lengua fuera.
Aviso para navegantes: deporte no es sinónimo de salud. El deporte está bien si te pagan por hacerlo.
Es decir, si eres un deportista de élite (furgolista es la mejor profesión deportiva que se puede elegir, por la pasta que ganan) y tu salario mensual deriva de ello. En ese caso, si a los cincuenta estás destrozao, miras tu cuenta corriente y dices: «Bueno, ha merecido la pena; gajes del oficio, como cualquier otro». ¡Pero macho! Pegarte medias maratones y maratones cada semana por hobby, me parece cuando menos masoquista. Si en esa cara chupada que tienes se nota que muy sano no puedes estar. El deporte también se acaba volviendo una obsesión, se vuelve adictivo, una droga; y realmente así es, ya que se liberan un montón de hormonas con el ejercicio físico que con el tiempo te hacen sentirte mal si no logras generarlas.
Otro aviso para navegantes: por mucho deporte que hagamos, por mucho que corramos, por muy poca grasa que tengamos y por mucho que nos cuidemos, nos vamos a morir igual. Te lo recuerdo por si se te había olvidado.
4.- ¡Santa Bárbara, Santa Bárbara...! ¡Qué malito que estoy! ¡Le he visto las orejas al lobo! ¡Me ha dicho el médico que o me cuido o...! Amigo, aquí es cuando uno se preocupa por su salud y el objetivo es recuperarla.
-Sí sí, me he apuntado al gimnasio, pero tanto la estética como la finalidad deportiva me traen sin cuidado, quiero estar sano.
-Vale, vale, non ti preocupare, vamos a diseñar una rutina de ejercicios y vienes dos o tres veces por semana; ya verás que bien te va.
Y cierto es, que a los meses se encontrará mucho mejor; como se encuentra mejor ya no se acordará de Santa Bárbara y ¿qué pasará? Volverá al punto nº 1.
La salud es como reparar una máquina que requiere de mantenimiento (de hecho el cuerpo físico es una máquina); y hay dos tipos de mantenimiento: el correctivo y el preventivo.
La gente busca en el 90% de los casos el correctivo, es decir, que me cure, que se solucione mi problema de salud y después... me despreocupo hasta la próxima reparación, que será cada vez peor. ¿Mantenimiento? Ufff, ¿qué sacrificio no? Mejor esperamos a que se rompa otra vez y ya lo repararemos. Así nos va.
5.- Practicar Yoga. Es que el Yoga es la hostia, es lo mejor y sobre todo, lo más inteligente. De un plumazo nos anteponemos al problema del sedentarismo, al establecer nuestra rutina semanal. Trabajamos el movimiento, la fuerza, la resistencia, la flexibilidad... y todo ello sin forzar ni dañar el cuerpo físico. También trabajamos nuestro interior, es decir, aparte de cubrirnos de merengue, depuramos la mierda y la transformamos; hacemos algo así como un proceso alquímico en el que transmutamos el plomo en oro. Tal vez no nos salga tableta de chocolate por hacer Yoga, pero, ¿quién la necesita? El Yoga es ante todo un ejercicio preventivo, que nos ayudará a mantener la salud más tiempo y sobre todo poseer una mayor calidad de vida, a pesar de que, por mucho Yoga que hagamos, también moriremos algún día. El Yoga no es la panacea.
Por lo tanto, visto todo esto, sabiendo que todos moriremos tarde o temprano y que poseemos el «Don del Libre Albedrío» (don sagrado donde los haya), que cada uno escoja una o varias de estas cinco opciones, bien escogida estará si la escogemos libre, voluntaria y conscientemente. Ante todo se libre, haz lo que te plazca y vive tu vida como quieras, pero no te engañes y responsabilizate de las consecuencias de tus acciones.
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