Los obstáculos para la realización son: la
enfermedad, la pereza mental, la duda, la falta de entusiasmo, la
pereza, el apego al placer, la falsa percepción (ilusión), la
incapacidad para lograr la concentración y mantenerla, y las
distracciones.
El gran sabio Patanjali, padre del Yoga, en sus Yoga sutras, compendios de sabiduría, nos da una clave sobre los obstáculos que nos impiden alcanzar la meta del Yoga (la realización):
¿Qué nos hace fracasar en la vida? ¿La mala suerte, las adversidades, las circunstancias, Rajoy, Alemania, los chinos, el hado cruel? El éxito puede tener muchas definiciones, pero una de ellas es: conseguir lo que nos proponemos. El fracaso entonces es no conseguir lo que nos proponemos.
Podemos proponernos muchas cosas en la vida; algunos de nuestros propósitos serán irrealizables debido a la fantasía que los engendró; otros de nuestros propósitos serán tan disparatados, absurdos y erróneos, que no lograrlos será, sencillamente, lo mejor que nos podría pasar. Tenemos por ahí un ángel de la guarda que vela por nosotros, no ayudándonos a conseguir lo que queremos, sino impidiéndonos (o poniéndonos trabas) para lograr lo que queremos y no nos conviene.
Ahora bien, la consecución del Yoga, la Realización del ser, es un objetivo benigno para todos; también es realizable, aunque dificil. Dicen algunos que tamaña hazaña no tiene parangón en el Reino Humano; que vencerse a uno mismo es lo más dificil, heróico y grandioso que una Mónada encerrada en un humano cuerpo puede lograr.
Resumiendo el sutra de Patanjali, podríamos decir que es la falta de voluntad lo que nos hace fracasar. Una voluntad firme es capaz de anteponerse a toda adversidad, no obstante ahí rádica la estrategia de los obstáculos, en minar nuestra voluntad. Minarla, menguarla, azorarla, desgastarla...
La enfermedad hace que el cuerpo físico pierda facultades, siendo su máxima gloria la de llevarlo a la tumba. El cuerpo físico en malas condiciones es como un leñador con su hacha desafilada, como un carpintero con su sierra mellada, como un chófer ebrio o como un orador afónico.
La duda nos vuelve escépticos, si no nos molestamos en investigar.
La falta de entusiasmo nos hace alejarnos de todo lo que empezamos.
La pereza es dejarse llevar por los instintos, deseos y emociones.
El apego al placer; la codicia sensual, es la constante satisfacción de las necesidades del
cuerpo físico.
La alucinación o ilusión es un estado en el que la mente se inventa historias sin una base real.
La incapacidad para mantener la concentración es el mayor aliado del fracaso. Si no hay concentración mental no hay fuerza, no hay acción poderosa, no hay nada perdurable.
Hay que mantener la mente en el objeto deseado para que toda la potencia de nuestra personalidad se alinee en aras del fin deseado. La distracción es propia de mentes débiles y poco entrenadas. Un hombre distraido no llega muy lejos.
¿Cuál es nuestra meta? Cada uno podrá tener muchas y diversas metas, pero hay una que nos une a todos: la realización del ser, el Yoga o unión con la más pura esencia de nosotros mismos.
¿Qué enseña el Yoga? Ante todo enseña a concentrar la mente, hagas lo que hagas: ya estés respirando, haciendo una asana, relajándote o simplemente escuchando.
Una mente concentrada y una voluntad templada son garantías de éxito, aunque se fracase en la vida.
Una mente concentrada y una voluntad templada derriban todas las puertas cerradas a su paso, aunque sea a puntapiés.
Una mente concentrada y una voluntad templada... Ese es el resíduo que deja en el hombre la práctica del Yoga.