Uno de mis maestros de yoga solía decir: “Vayamos despacio, pues tenemos prisa”. Un refrán popular dice: “Vísteme despacio, que tengo prisa”. Todos ellos derivan de la antigua expresión latina Festina lente, que significa “apresúrate lentamente”.
Este era uno de los lemas de Augusto César, el mayor emperador de Roma, que construyó su imperio bajo esa directriz. También os sonará seguramente la marca de relojes Festina, cuyo nombre viene de esa frase precisamente.
¿Qué tiene que ver esta frase con el yoga (y con la vida en general)? Pues el modo de encararlo.
Mucha gente me pregunta a ver cuándo empezará a ver resultados, a ver cuándo llegará a tocar las rodillas con la nariz, a ver cuándo meditará, a ver cuándo se iluminará… Ante tales preguntas, solo tengo una respuesta: Festina lente.
Estamos en la cultura de la prisa, en la cultura de la satisfacción inmediata de los deseos, en la cultura de las titulaciones y maestrías express. Eso no funciona; quizá en algunos ámbitos sí, pero no en lo espiritual. Y el yoga es eso, un acercamiento espiritual hacia uno mismo, y hay que apresurarse lentamente. Sin prisa pero sin pausa, progresivamente, haciendo bien las cosas.
La semilla del bambú tarda siete años en germinar, dominar las asanas de yoga lleva años, dominar la meditación lleva décadas, alcanzar la realización interior lleva vidas… Sí, vidas enteras, en plural.
El yoga no es un deporte, aunque lo parezca; el objetivo del yoga no es mejorar el cuerpo, aunque lo haga; ni reducir el estrés y calmar la mente, aunque lo logre. El objetivo del yoga es levantar el velo de Isis, el velo, o los velos, mejor dicho, de la Verdad. Dice la tradición que la verdad se envuelve en 70.000 velos. Sí, lo has leído bien, 70.000 velos de luz y oscuridad alternativamente. El yoga consiste en levantar esos velos, poco a poco, día a día… Festina lente.
¿Significa eso que hay que dominar 70.000 asanas, pranayamas, mudras y meditaciones? Ni mucho menos. Hay maestros de yoga que no han hecho ni una asana, ni un pranayama, ni un mudra, ni una meditación en su vida. Todo eso solo es una ayuda, una técnica, una herramienta para preparar cuerpo y mente para, si acaso, levantar mejor esos velos.
Hay velos de luz, agradables, placenteros; y hay velos de oscuridad, desagradables, dolorosos. Hay velos que hay que levantar externamente, y hay velos que hay que levantar internamente.
Todavía te preguntarás de qué estoy hablando. Estoy hablando del largo y escabroso camino que lleva de las tinieblas a la luz; un camino lleno de obstáculos que hay que recorrer apresurada, pero lentamente. Transmutar vicios en virtudes, refinar el carácter, trabajar la razón, las emociones, desarrollar la intuición y el amor. Enfrentarse a todo tipo de pruebas; todo tipo, aun las más inimaginables, y superarlas. Seguir adelante, paso a paso, velo a velo… Hasta llegar al fondo, al centro, al íntimo…
Si te suena demasiado místico o elevado, aplica esta frase a tu práctica diaria, al perfeccionamiento de tus asanas o meditaciones. Aplica el festina lente a todo lo importante que hagas, pues de ese modo construirás sobre cimientos sólidos y no sobre barro.
Ármate de paciencia y humildad, pues tenemos un largo camino por delante, y el que se crea que está cerca de la meta, es que está más cerca de la salida en realidad. Pero recorre el camino con alegría, aun cuando te toque levantar velos de oscuridad, pues como dicen los taoistas, “un viaje de mil millas comienza con el primer paso”.
No te precipites, presta mucha atención, no te duermas en el camino, no te creas los cantos de sirenas. Utiliza las técnicas de yoga, u otro tipo de técnicas iniciáticas igualmente válidas que el yoga, y con el ritmo de la festina lente, llega a la meta.
Gopal
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