El ser humano siempre ha padecido miedo, desde que vivía en las cavernas acechado por una infinidad de peligros, hasta hoy en día rodeado por cuatro sólidas paredes y una alarma de seguridad.
Si bien es cierto que el miedo fundamental es a la muerte, a todo aquello que atente contra la integridad física, también tiene otras vertientes, tales como el miedo al fracaso, el miedo a no ser amado, el miedo a perder las posesiones, etc.
El miedo en sí mismo no es malo, al contrario, es uno de los mayores aliados del hombre, pues sin él, lo que queda es la temeridad..., y un hombre temerario no puede llegar muy lejos. El miedo es una estrategia biológica muy útil, que permitió a nuestros ancestros sobrevivir a las fieras, protegerse de la intemperie y almacenar alimentos para asegurar su supervivencia.
El problema del miedo, en nuestra sociedad actual en la que apenas hay riesgos físicos pero sí numerosos psicológicos, es que se vuelve patológico y nos bloquea, nos impide seguir adelante y convertirnos en los seres potenciales que podríamos llegar a ser.
-Tengo miedo al fracaso y por ello no actúo... En la mayoría de casos ni siquiera lo intento.
-Tengo miedo a no ser amado y por ello soy condescendiente hasta el punto de arrastrarme.
-Tengo miedo de decepcionar a las personas que amo, y por ello no salgo de los cánones de lo establecido.
-Tengo miedo a perder la libertad, a las largas condenas, y por eso no me comprometo.
-Tengo miedo al sufrimiento, a la enfermedad, y la preocupación me devora aun estando sano.
El miedo patológico bloquea, obstruye, nos impide desarrollar toda nuestra potencialidad.
¿Cómo superar el miedo patológico entonces? ¿Qué técnicas existen para devolverlo a su estado normal, ese que nos previene de peligros? ¿Como devolverlo al rol de nuestro mayor amigo en lugar de nuestro peor enemigo?
Desgraciadamente no hay muchas técnicas ni sustancias químicas que lo rediman, a lo sumo lo reducen, mas sólo temporalmente, y eso no sirve a la larga. Toda mi vida he tenido miedo casi de todo, pero mi mayor temor era a la muerte, a dejar de existir, a dejar de ser...
Si tomamos conciencia de que tenemos ante nosotros un tiempo baldío, que nada realmente importante está predestinado a perdurar, que la muerte nos alcanza a todos y por ende no puede ser tan mala, que aquí hemos venido a aprender, y que aprender, sobre todo, conlleva fracasar, fracasar, fracasar y volverlo a intentar, ¿a qué puede verse reducido el miedo entonces?
Lo que más tememos perder, que es nuestra vida, o más que eso, nuestro espíritu inmarcesible diría yo, paradójicamente, es lo único que no perderemos. Sí, todo lo demás pasará y quedará, pero lo más valioso que poseemos, esa joya en el loto de nuestro corazón, permanecerá, pues ni el fuego la quema, ni el agua la moja, ni el viento la orea... ¿Dónde queda reducido el miedo entonces?
¿Sabeis cómo representaban los antiguos egipcios al miedo? Con el jeroglífico de un pato desplumado listo para ser cocinado. SENEDJ es su nombre. Siempre que tengo miedo trato de recordarlo para no verme paralizado y hacer aflorar el valor que habita en mí. No siempre es fácil, pero el miedo se equilibra con el VALOR, con el coraje para seguir adelante siempre, sean cuales sean las circunstancias externas que nos atenacen.
El miedo cuando es virtuoso nos da prudencia y hace aflorar en nosotros el valor. Mas es el conocimiento, el conocimiento directo de la permanencia de nuestra esencia, lo que nos libera totalmente del miedo.
Medita, zambúllete en tu interior y hallarás tal certeza.
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