AIMARUS. - Hoy hablaremos sobre el
conocimiento y la sabiduría.
CRITÓN. -¡Ah!, ¿pero no son lo
mismo?
AIMARUS. -No, querido Critón, lejos
dista el uno del otro, aunque cercanos sean los conceptos que de
ellos se tienen.
CRITÓN. -Explícate mejor, pues mi
entendimiento ansía diferenciar estos dos conceptos que hasta ahora
creía que eran uno.
AIMARUS. -Con mucho gusto hallaremos la
respuesta a ello, entre los dos, investigando paso a paso hasta
resolver dicha diferenciación. Comencemos con la siguiente cuestión:
¿Quién es el que sabe?
CRITÓN. -¿Un sabio?
AIMARUS. -Correcto. ¿Y quién es el
que conoce?
CRITÓN.- ¿Un conocedor?
AIMARUS. -Podría ser, mas llamémosle
erudito. Erudito es aquel que conoce muchas cosas, bien sea de una o
de varias materias. En cambio sabio es aquel que sabe algo, bien sea
mucho o poco, pero sabe.
CRITÓN. -Ya veo... Pero sigo sin
entender bien que diferencia hay entre conocer y saber.
AIMARUS. -No te apures, excelente
Critón, pues la duda que ahora te acecha es muy común incluso entre
los muy inteligentes. Ea, sigamos investigando:
>>El conocimiento
procede de la mente, al igual que el entendimiento. Nosotros
conocemos aquello que está en nuestra mente en forma de memoria,
pues si no lo recordamos, aunque alguna vez lo hayamos aprendido, lo
desconocemos. La mente puede recopilar una ingente cantidad de datos,
podemos conocer muchas cosas, haber leído cientos de volúmenes de
temas diversos y por ello creernos que sabemos mucho. Pero,
convendrás conmigo en que aquel que ha leído mucho no puede
considerársele como sabio, ¿no es cierto?
CRITÓN. -De cierto que no.
AIMARUS. -Bien. Como
ejemplo, había una vez un erudito en natación que lo “sabía”
todo sobre la natación. Había leído cientos de compendios de
natación y había incluso él mismo escrito libros de natación y
dado charlas públicas sobre natación. Sucedió que, un día, yendo
de Esmirna a Eritrea en una trirreme, el pobre erudito cayó al agua
en un golpe de mar, y para sorpresa de todos, murió ahogado porque
no sabía nadar. Conocía todo sobre la natación sí, pero no
sabía nadar. ¿Me vas entendiendo?
CRITÓN. -¡Vaya, que
curioso! Sí, creo que te voy pillando... El conocimiento es sólo
teórico, en cambio la sabiduría es experimental.
AIMARUS. -Eso es
exactamente. Uno puede conocer muchas cosas, pero no implica que las
sepa. Para saberlas es menester experimentarlas, es necesario
integrarlas en uno mediante la experiencia. El conocimiento es
meramente mental, la sabiduría en cambio se hace tangible, se hace
real. El conocimiento proviene de la mente, la sabiduría empero del
corazón. De nada sirve conocer sin saber. ¿De cuántos
conocimientos inútiles poblamos nuestra mente? ¿Cuántas cosas
sabemos realmente? ¿El fuego quema, querido Critón?
CRITÓN. -¡Vaya pregunta!
¿Desde luego que quema, eso lo sabe todo el mundo?
AIMARUS. -¿Sí, tu crees?
¿Te has quemado alguna vez? ¿Has comprobado en tus propias carnes
que el fuego quema?
CRITÓN. -Ya entiendo por
dónde vas. Sí, una vez de pequeño me quemé una mano con un tizón
ardiendo.
AIMARUS. -Entonces, amigo,
puedes afirmar que sabes que el fuego quema. Y ahora dime, ¿es
doloroso perder a un hijo?
CRITÓN. -De seguro ha de
serlo, y muy doloroso además... No creo que haya nada más doloroso
de hecho en este mundo que perder un hijo.
AIMARUS. -¿Y cómo lo
sabes?
CRITÓN. -Bueno... lo
supongo, entiendo que ha de serlo a pesar de que por fortuna nunca he perdido uno.
AIMARUS. -Tú lo has dicho,
no lo sabes, pero como ser inteligente que eres, mediante una
reflexión puedes deducir que es doloroso. He ahí la diferencia
entre saber y conocer. Por tal motivo la sabiduría es la experiencia
misma de las cosas, y esta se va depositando en el corazón a modo de
conocimiento verdadero, de conocimiento vivo. Lo que hemos vivido se
vuelve nuestro, ya no es algo que “haya oído”, que “haya
leído” o me “hayan dicho”; es algo que yo sé.
CRITÓN. -Ya veo...
AIMARUS. -Es necesario vivir
experiencias e integrarlas para que se conviertan en el lenguaje del
corazón: la sabiduría.
CRITÓN. -Creía que el
lenguaje del corazón era el amor.
AIMARUS. -¿Y qué es el
amor sino sabiduría orientada al prójimo? ¿Puede amar acaso
alguien que no es sabio? ¿Cómo se puede amar aquello que no se
conoce? Es más, por lo general tememos y odiamos aquello que no
conocemos. Sólo la sabiduría nos hace comprender y amar a los
demás, porque vemos en ellos lo que hemos vivido en nosotros; vemos
nuestra propia experiencia reflejada en ellos. Ama mucho quien mucho
sabe.
CRITÓN. -Esto no lo veo tan
claro.
AIMARUS. -La sabiduría
otorga comprensión, que es la capacidad de ponerse en el lugar del
otro y ver tu experiencia reflejada en la suya, y a raíz de esto
surge ese afán en el pecho por colaborar en que esa persona esté
mejor y sea más feliz; comprendemos su dolor porque nosotros
previamente hemos experimentado un dolor similar, en algún momento
de nuestra vida, y surge un innato interés en ayudarle. El amor es a
la sabiduría, lo que el perfume a la flor, cuando hay sabiduría, el
amor es su consecuencia natural, por tal motivo, desde tiempos
inmemoriales se asocian el amor y la sabiduría cual caras
indisolubles de una misma moneda.
CRITÓN. -Te voy perdiendo
Aimarus, tus palabras comienzan a resultarme ininteligibles.
AIMARUS. -No te preocupes,
no pasa nada. No te creas nada, no des nada por hecho, no cedas a la
suposición. Simplemente vive, vive plenamente tu vida con la
conciencia afilada; observa bien todo lo que te pasa para que pueda
ser integrado en tu corazón en forma de sabiduría, y que con el
tiempo y las experiencias acumuladas, pueda decirse de ti que eres un
hombre sabio.
CRITÓN. -“Sólo sé que
no sé nada”. ¿Es este el primer peldaño de la sabiduría tal
como decía el sabio Sócrates?
AIMARUS. -Sí, ser
conscientes de la propia ignorancia es un gran paso hacia el saber.
Realmente sabemos muy poco comparado con lo que conocemos. El otro
paso es permanecer muy conscientes de todo lo que nos sucede y tratar
de aprender de todo. Lo siguiente es darles una salida útil a dichos
conocimientos.
CRITÓN. -Ya puestos, dime:
¿cuál es el conocimiento más importante de todos?
AIMARUS. -Aquello que una
vez conocido, hace que sea innecesario saber nada más.