Centro de Yoga Arcadia
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Hay quien busca el Yoga en el extranjero, en la India, en el Himalaya o en lugares fascinantes... Lo cierto es que no hace falta irse tan lejos. Quédate donde estás, pues el viaje empieza en ti y la búsqueda culmina en ti. Nada hallarás fuera de ti que no se encuentre dentro de ti.




EL OCULTO TESORO DE LA FELICIDAD


Dice una leyenda hindú, que en la noche de los tiempos, un concilio de dioses se reunió para debatir dónde esconderían el mayor tesoro que podría aspirar encontrar el hombre. Dicho tesoro era su divinidad: su manantial de sabiduría y felicidad.

-Lo esconderemos en la más alta montaña del Himalaya -dijo uno.
-No -respondió el más sabio de ellos-. El hombre sería capaz de encontrarlo allí arriba.

-Entonces lo esconderemos en la más profunda gruta del océano -dijo otro.
-No -volvió a replicar el más sabio de ellos-. Eso no será un obstáculo para el hombre, que algún día llegará a dominar todos los confines del mar.

-Entonces lo esconderemos en algun remoto planeta, a años luz de la Tierra; ahí le resultará imposible encontrarlo.
-No -volvió a replicar el sabio-. El ser humano desarrollará la tecnología suficiente como para conquistar el Universo entero.

-¿Entonces, dónde lo esconderemos? -preguntaron varios dioses, desconcertados.
-En el único lugar en el que no se le ocurrirá buscarlo -dijo el sabio dios.
-¿Dónde es eso?
-En el interior de ellos mismos.

La llave de la felicidad está en nosotros


La búsqueda de la felicidad, de la sabiduría y de la divinidad es tan antigua y tan arquetípica como la búsqueda del Santo Grial. Todos la buscamos, consciente o inconscientemente, pero todos tenemos algo en común: la buscamos fuera

¿Por qué la buscamos fuera afanosamente? En el momento de nuestro nacimiento, nuestros sentidos se exteriorizaron irremediablemente. Del exterior dependía nuestra supervivencia. Al ser débiles y completamente dependientes de nuestros padres, nos fuimos acostumbrando poco a poco a necesitar de lo externo. De lo externo provenía nuestro alimento y nuestro cuidado, de lo externo dependía nuestra seguridad, nuestra fuente de afecto y de caricias. Con el tiempo, y aún niños, de lo externo dependía nuestro bienestar, a través del premio-castigo. Si nos portabamos bien, nuestros padres nos premiaban con una rica comida, algún regalo o el hecho de ver nuestros dibujos animados favoritos en la televisión. Nuestra felicidad aumentaba en navidad, al esperar con ansia los regalos de los Reyes Magos, o en nuestro cumpleaños. En el colegio la felicidad llegaba del exterior, en forma de buenas notas al final de cada trimestre. Después, ya adolescentes, del exterior llegaba nuestro reconocimiento social, en forma del estatus que proporciona poser ciertos objetos o cualidades, pero sobre todo, empezamos a sentir la llamada del sexo, y a partir de ahí, nuestra felicidad depende de lograrlo o no; es decir, depende que que otra persona del sexo opuesto (o del mismo según gustos) nos proporcione una fuente de caricias, placer y estatus (al contarlo después a los amigos).

¿Qué sucede en nuestra vida de adultos? Que nuestra felicidad sigue dependiendo de lo externo, y hay una frase perniciosa grabada a fuego en nuestra mente: "Sólo cuando tenga, seré feliz". Cuando tenga un buen trabajo, o un mejor trabajo; cuando tenga una buena mujer, marido o hijos; cuando tenga una gran casa y un gran coche; cuando tenga estatus, fama y reconocimiento social... Sólo cuando tenga, pues ahora me falta algo, me siento incompleto; lo que tengo no me acaba de satisfacer, deseo algo más. Ni que decir tiene, como es lógico, que cuando perdemos la salud, nuestra felicidad depende de recuperarla. Busco, busco y busco... No encuentro y me desespero... Pero albergo la esperanza (o ese concepto infantil de dependencia paterna) de hallar mi felicidad mediante la satisfacción de mis necesidades y deseos. Craso error; ahí no está el tesoro.

Buscamos, buscamos y buscamos... En los confines de la Tierra, del océano y del espacio sideral. Pero, ¿dónde se halla ese afamado tesoro, que una vez encontrado hará que sea innecesario buscar nada más? El Yoga llama dharana a la interiorización de los sentidos, a comenzar a buscar hacia dentro: ahí empieza el viaje. Es una búsqueda ardua, pero bien orientada. ¿Hay que renunciar al mundo?, ¿a los objetos externos? En absoluto, lo externo proporciona igualmente gran placer, así como un sentido de lo humano que por nada del mundo hay que perder. Sólo hay que conciliar lo externo con lo interno. Sólo hay que empezar a mirar un poco hacia adentro y borrar de nuestros surcos neuronales ese registro infantil de que nuestra supervivencia depende únicamente de lo externo. Ya somos adultos. 

Disfruta intensamente de todo lo que la vida te ofrece, se ambicioso y trabaja por mejorar tu nivel de vida y tu entorno, pero dedica también, todos los días, como mínimo 5 minutos a mirar hacia dentro.

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